Cristo, con la cruz a cuestas,
camina abatido y silencioso,
sudoroso y afligido,
ajeno al bullicio externo,
lastimado por las llagas de
nuestros propios pecados,
ensimismado en su pena,
herido por las ofensas,
hundido por su dolor.
A Él le tocó cargar
con las faltas y extravíos
de todo el género humano.
Treinta y tres años tan solo
y lo aplastó la vergüenza
de nuestras malas acciones,
Su madre lo va siguiendo,
dolorida y cabizbaja,
va compartiendo el calvario.
Su corazón traspasado
por la espada del dolor.
Sus ojos lloran rocío,
perlas de remotos piélagos.
Su alma partida en dos,
una acompaña a su hijo
y otra a los pecadores
que también somos sus hijos.
Madre, enséñanos a sufrir,
a cargar con nuestras cruces,
a llevar nuestras miserias
ante Jesús Nazareno.
A soportar los reveses
que la vida nos depare.
A humanizar el dolor.
A ofrecérselo a tu Hijo.
Él lo transformará en gloria
para que, a la hora de la muerte,
podamos gozar por siempre
de su presencia divina.
ENCARNA GÓMEZ
VALENZUELA
http://trabajosdeencarna.blogspot.com
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