Introdujo su clamor por las puertas y
balcones.
Repiqueteos de campanas y sonidos
musicales
deleitan nuestros oídos y embargan nuestros
anhelos.
Es el día de la Patrona, de la Virgen de
las Nieves.
Es una jornada mágica que nos convoca al
festejo
y nos llama a la plegaria, a la
Eucaristía y al rezo.
El tiempo se detiene en las cornisas del
mundo.
El cielo luce un azul turquesa tan
intenso y cristalino
como el aire de la sierra y nuestro
pueblo
se viste de transparencias, de verbena y
regocijo.
En el pecho, se desbordan el alma y el
corazón. Se nos
escapa un suspiro para implorar a la Reina
de todos los santos.
Los devotos acudimos a la iglesia.
La calima veraniega nos acecha por las
calles.
No nos importa el calor para asistir a
tu fiesta.
Nuestra Madre de las Nieves nos aguarda
en su morada,
lozana como una rosa del Jardín de las
Delicias.
El leve roce de unos labios que besan tu
manto, esperando
algún milagro o haciéndote una promesa,
me estremece.
¿Quién podrá llenar el vacío de mi alma?
Solo tú, Virgen querida. Te entrego todo
mi ser
y vengo a felicitarte en el día de tu
santo.
Gracias madre porque la Fuente y la
Charca, este año,
están llenas de bondades, de agua y de
transparencias.
Que no se nos sequen nunca Santa Virgen
de las Nieves.
Pídeselo al querubín que sostienes en
tus brazos.
Madre
querida, intercede por nosotros ante el Padre.
POEMA DE MI AUTORÍA PUBLICADO EN EL LIBRO DE FESTEJOS DE PEGALAJAR
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