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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

domingo, 5 de julio de 2020

TE FUISTE. POEMA DEDICADO A MI MADRE QUE FALLECIÓ EN EL TIEMPO DE LA PANDEMIA


   

Te fuiste tan de repente,
tan sin decirlo, tan sin saberlo.
Te fuiste como una flor en primavera,
marchita y zarandeada por la tormenta
que se gestaba en el fondo de tu ser.
Te fuiste como la pena de marzo,
despacio y sola, como la lluvia de abril,
suave y esponjosa como la brisa de mayo,
acariciando el aire como las dulces tardes de junio.

Te fuiste con un viso de rubí en tus mejillas,
con una nube en tus ojos, con una pena en tus labios,
con un poema en tu corazón.
Te fuiste tan desolada, tan sin hablar,
que tus silencios restallaron en mi alma
y la pena de mi llanto centelleó en tu interior.
Te extinguiste en el aire como un suspiro.
Te apagaste como una luz en la noche de mi dolor.

Te fuiste sin una queja, sin un reproche, sin despedir.
Cruzaste los vientos sin saber por dónde ibas,
ni a dónde te dirigías ni con quién querías estar.
Te fuiste cuando la Fuente llenó de agua la Charca,
de sueños y de esperanzas, las laderas de mi amor.
Te fuiste cuando la brisa bordaba haces de luz
en las pupilas del día, rosas de seda en los jardines del sol.
Te fuiste a un lugar sin retorno.
Tu mirada se quedó prendida en el cristal del adiós.
Te fuiste en una fecha sin brillo en el calendario,
sin colores de arco iris, sin olores de jazmín.
Te fuiste fustigada por el peso de los años.
Desde tu lecho de muerte, la pandemia no pudo herirte.
No pudo clavar en tu pecho el aguijón de ponzoña,
que ha clavado en tantas gentes.
A ti fue la vejez y el deterioro,
la ausencia de juventud quienes te condujeron
por el camino del Camposanto.
Ya has dejado de sentir el desconsuelo y la pena
el dolor y el sufrimiento que padecemos aquí.
Por ti, querida madre, no doblaron las campanas.
Ni gimieron los vientos, aquejados por el llanto.
Pocas personas, por este tiempo cerril,
que nos trajo el calendario, pudieron conocer tu muerte.

¿Por qué te fuiste, querida madre, cuando la primavera
extendía su manto de flores multicolor en la Tierra,
cuando abril acariciaba el olor de las celindas,
cuando sonaba en el aire el canto del ruiseñor?
¿Por qué te fuiste cuando la hiedra trepaba
los aposentos de mi dolor?

Sin embargo, ahora, la luz de la fe nos dice
que ya no tiene sentido llorar por ti,
porque te encuentras en los jardines del cielo,
gozando de la presencia de Dios.









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