Asomada al
balcón de mi pecho
he visto
brotar la blanca flor del almendro,
en los
campos de la vida y la esperanza.
Esas flores han brotado con el sol del
mediodía,
como un arrebol de nacaradas
espumas,
danzando en las nubes del
invierno,
y he
imaginado el amor, golpeando,
con sus
dedos, mi ventana.
Tal vez todo
pueda renacer de nuevo
en los
espejos del aire, en los cristales del agua.
Quizá el sol quiera brillar para mí
y haga
germinar mi corazón como pradera florida
en el fondo de mi ser.
Y vendrán
otra vez las palomas mensajeras
desde el fondo encarnado de tu entraña,
como estrellas anhelantes, a posarse
en las manos dadivosas del amor.
Tañerán las campanas de la aurora
como
antorchas encendidas en mi pecho
al son de la amanecida,
o al ritmo febril de la tarde,
festejando el caudal de mariposas
que
desborda el río de la ilusión de mi alma.
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