Anochece, lentamente, en las calles de mi pueblo,
con luces melancólicas y con brillos lejanos.
Los cuerpos desfallecen de la tarea diaria,
anhelan el descanso y buscan el reposo.
Lo encuentran en el lecho.
Allí, junto al amado, reclinan la cabeza
entonan la plegaria y bisbisean el rezo del amor.
Y viven la esperanza en los brazos queridos,
renuevan las caricias y despiertan los besos.
de un nuevo amanecer que los libere del tedio,
que renueve sus fuerzas, que alumbre la tibieza
que nos traen los días ingratos de dolor y de fobia.
Las almas, sin preámbulos, en poemas desnudos
se entregan al sopor de la noche, al amor sin reservas.
Y los montes, envueltos en la magia nocturna,
se rodean de sombras y se llenan de sueños.
Una paloma mensajera revolotea sin cesar
alrededor de mi pecho. ¿Qué mensaje me traerá?
¿Querrá entretejer su nido cerca de mi corazón?
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