El poema de mi autoría colgado en el programa de festejos de 2024.
Pegalajar escucha mi llanto y oculta,
entre la sal de mis lágrimas, la maraña
de suspiros que brotan de mi garganta,
por esa Charca, vacía de agua y de rayos de
luz de luna,
la noche en que, etérea brilla, en lo alto
de esos cielos.
Dulces ecos de campana anuncian el día
cinco de agosto en cuanto alborea el
tiempo,
donde perdura el crespón de los corales
matutinos,
la seda de los abanicos que dan frescor a
la tarde.
Pegalajar embarca ilusiones
que caminan entre las olas del verso,
para navegar en
clandestinos veleros
hacia las remotas playas en donde habitan
sus gentes.
Sangre mi boca sedienta
por el bordón de esa Charca de poesía
si no acuno las caricias que los cielos dibujaron
en las aguas subterráneas del deseo.
Sean mis manos acuarela,
hilo fino
para bordar esperanzas en el corazón
herido,
para zurcir la costura del dolor, para
curar las heridas,
de esos paisanos perdidos en los mares del
olvido,
de esos que tuvieron que marcharse, que
emigrar,
pero nunca jamás olvidaron el pueblo,
donde vieron la primera luz del día.
Vaya para todos ellos un gran abrazo filial
y una invitación sincera, rogándoles regresar
al pueblo
de sus amores, a pesar de los vientos
contrapuestos del destino.
Deja querido Pegalajar que las calurosas
tardes de agosto
veneren a esa Madre soberana, a la Virgen
de las Nieves
y llenen su trono de rosas, su pechera, de
ilusiones,
sus dedos, de buganvillas, sus manos, de
corazones,
sus caderas, de alhelíes y de gardenias.
Deja que los pegalajeños, aquellos
que aman a su pueblo, llenen la Charca de
agua;
de risas, los rincones de la Fuente de la
Reja,
para soñar palomas mensajeras que
sobrevuelen
ese mar pegalajeño tan chiquito y
entrañable.
Como lágrimas azules de templanza
en lo profundo del alma, se llenará nuestra
Charca
si jamás olvidamos sus orígenes, ni tampoco
a
a aquellos campesinos laboriosos y
sencillos,
que tanto lucharon por ella y que
escucharon el grito
que sus muros escribieron con sangre y médula
puras:
“A quienes tanta vida di, les reclamo,
en justicia, que no me dejen morir”.
Cuando la Fuente esté
rebosante de dulzura,
cada silencio, de las
gentes de mi pueblo,
será una ola de calma en
mi corazón de agua,
cada palabra dicha y
oída, una luz a la esperanza,
para que la Charca se
llene con perlas y con diamantes
y con gotas de rocío, y
nunca jamás se vacíe.
Encarna Gómez Valenzuela
http://trabajosdeencarna.blogspot.com
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