Todo se derrumba a nuestro alrededor
con ese ingente volcán del desamor,
con la lacra de las guerras,
con tantas muertes injustas,
con el odio que sembramos a diario.
Y todos nos empeñamos
en construir castillos en el aire,
pero un día llega el magma y la lluvia de cenizas
y arrastra todas nuestras ilusiones.
No podemos cerrar los ojos ante la realidad.
Nos duelen todas las guerras,
y todas las muertes injustas,
y todas las invasiones y la soberbia y el odio
y la discriminación racista.
¿Por qué pusimos el primer ladrillo
a la casa de
nuestros sueños, si estábamos
edificando en arenas movedizas?
¿Por qué colocamos nuestros ojos en la oscuridad de la
noche, pudiendo haberlos puesto en los jardines del
sol?
¿Por qué cometimos la insensatez de creer en lo
que no somos ni
nunca llegaremos a ser?
¿Por qué vemos la vida pasar y le ponemos zancadillas?
¿En cuál de los peldaños de la escalera
tropezamos con
el olvido y el desamor?
¿Por qué la vida nos asesta estos golpes tan bajos?
¿Por qué nos engañan todos?
¿Quién llevará la razón, el de este bando
o el del del otro? Posiblemente, ninguno.
Todos aciertan y fallan. Todos nos equivocamos.
¿En cuál de las estrellas del firmamento
estará escrito nuestro destino amable?
¿Y el amor perdido, la paz y la concordia
en dónde los encontraremos?
Llegará el día en el que los vientos alisios
arrastren nuestra derrota hasta el abismo.
Pero, hasta entonces, habremos de aceptar nuestro
destino adverso y llorar la noche de nuestras penas,
derramando gruesas lágrimas
de cristales rotos, .
que desgarrarán la piel
de nuestras mejillas.
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