Hoy es Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, un hermoso día en el que los cristianos celebramos y el misterio de Cristo: la Última Cena con sus apóstoles en el Cenáculo. Hoy también hemos celebrado la Cena del Señor en nuestra parroquia de Pegalajar, cumpliendo todas las medidas del covid-19.
Un
hermoso Jueves Santo, tan lejano ya en
el tiempo pero a la vez tan actual, Cristo, instituiste la Eucaristía.
Convertiste el pan en tu cuerpo y el vino en tu sangre y te ofreciste,
generoso, como alimento de nuestras almas. No quisiste dejarnos solos y te
quedaste en el Sagrario. Gracias, Señor, por permanecer tan cerca de nosotros.
Por hacerte Eucaristía, por enseñarnos a ser generosos, a perdonar las ofensas
y a olvidar los agravios. Sin embargo, las tareas cotidianas, la comodidad y la
indolencia, nos impulsan a abandonarte y a olvidarte. Los afanes de la vida nos
curten en indiferencias y lejanías. Nos diste el Mandamiento Nuevo, el mandato
del amor. “Amaos unos a otros como yo os
he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos”. Pero no hemos seguido
tu mensaje, Señor. Somos soberbios, egoístas y avaros. Nos enzarzamos en necias
disputas, despreciamos al pobre, humillamos al sencillo, avasallamos al
indefenso, herimos al frágil y vulnerable, cerramos nuestra puerta al
extranjero que viene de la pobreza y encallecemos nuestros sentimientos para no
apiadarnos del desgraciado.
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