Hoy es Viernes Santo, jornada de dolor y de lamentos, el día que Cristo murió en la Cruz por el género humano. Primero lo humillaron, se burlaron de Él poniéndole una corona de espinas, como a un rey, luego lo azotaron, le cargaron una cruz a las espaldas y le hicieron recorrer el camino hasta el Gólgota. Se cree que fue alrededor de las tres de la tarde cuando entregó su alma a Dios. ¡Padre, Padre! Gritó ¿Por qué me has abandonado? Y expiró. El velo del templo se rasgó, la tierra tembló, el cielo se oscureció, la luna dejó de brillar y muchos muertos resucitaron. Las Sagradas Escrituras lo dicen así. Hoy se conmemora la pasión y muerte del Salvador. Hagamos que esta muerte no sea nula y sigamos sus enseñanzas y el ejemplo de vida que, con su muerte, nos dio.
Esta muerte no es definitiva, se lo dijo a sus discípulos “Resucitaré al tercer día”. La Resurrección de Cristo es el sentido de nuestra fe.
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