Hoy, 1 de octubre de 1931, se conmemora el 90 aniversario de la obtención del voto femenino. Clara Campoamor fue una mujer valiente que promovió este voto, lo defendió a ultranza en las cortes, y consiguió que se aprobara por un estrecho margen. Victoria Kent y ella eran las dos únicas mujeres que había en las cortes en este tiempo de la II Republica Española. Sin embargo, Victoria votó en contra, a pesar de ser mujer. Hoy quiero rendir un homenaje a Clara Campoamor en nombre de todas las mujeres y varones progresistas de este país y dar las gracias a esta prestigiosa dama que tanto luchó por los derechos femeninos.
CARTA A CLARA CAMPOAMOR
Querida Clara:
Con esta carta quiero agradecerte, a
título póstumo todo lo que has hecho por el género femenino. Resulta indiscutible
la gran importancia que tuviste para nuestra democracia y para los avances en
el tema de igualdad entre hombres y mujeres. Conseguiste el sufragio universal que legitima la igualdad de los dos sexos ante la ley, lograda en 1931 en los albores de la II República.
Naciste
en Madrid en el barrio de Maravillas en 1888 y en el seno de una familia
humilde. Siendo una niña perdiste a tu padre y te viste obligada a dejar los
estudios para ponerte a trabajar. A pesar de tu juventud, afrontaste el trabajo
con gran responsabilidad, pensando que habrían de llegar tiempos mejores en los
que pudieras reanudar tus estudios. Te viste obligada a ejercer múltiples
profesiones: fuiste modista, dependienta, profesora de taquigrafía y
mecanografía y secretaria del periódico, La Tribuna. Todas estas actividades
fueron experiencias muy positivas que te habrían de ser muy útiles en tu vida.
Conociste a la gente de tu tiempo con sus necesidades y sus carencias. Supiste
de las desigualdades entre hombres y mujeres. Estas inquietudes hicieron mella
en tu alma y años más tarde emergerían para dar luz a tus conquistas en el terreno
de la igualdad.
Tu
inclinación hacia el conocimiento siguió subyaciendo en tu interior. Cuando las
condiciones económicas de tu familia lo permitieron continuaste los estudios,
porque sabías que la cultura y el saber te harían libre y podrías ser muy útil
a la sociedad. Terminaste el bachillerato con gran ilusión. Posteriormente,
ingresaste en la facultad de Derecho. En 1924 acabaste tus estudios de
abogacía. Enseguida comenzaste tu actividad jurídica. Contabas entonces con 36
años. Te hiciste una abogada ilustre, aunque el personal masculino te
miraba con cierto recelo porque en aquella época apenas había mujeres
ejerciendo semejante profesión.
Además de tu actividad profesional y
reivindicativa y de tu enorme inquietud política, te preocupaba la situación
jurídica de la mujer española. Anhelabas alcanzar ante la ley la total
equiparación de sexos sin que ninguno gozase de un trato preferencial sobre el
otro. Desde 1925 combinaste tu tarea profesional en la Academia de Jurisprudencia
con tu participación en actos, conferencias y discursos dirigidos a las
mujeres. En 1929 te incorporaste a la carrera política. Tras la caída de Miguel
Primo de Rivera, ingresaste en las filas del partido Radical de Alejandro
Lerroux. En 1931 formaste parte de la candidatura republicana-socialista para
las Cortes Constituyentes de la II República. Conseguiste salir elegida
diputada por Madrid junto con Victoria Kent. Estos fueron los únicos escaños ocupados
por mujeres. Ambas habíais estado vinculadas al movimiento sufragista
Mucho antes de realizar la defensa a
favor del sufragio en el parlamento comenzaste la batalla dialéctica por el
derecho al voto de las mujeres en la calle y en los lugares que frecuentabas. Acostumbrada
a la lucha política, elocuente y con convicciones claras y firmes, entre tus
intervenciones destacó la referida a la defensa de la concesión del sufragio
femenino sin ningún tipo de limitaciones. En una hábil argumentación ante la cámara, querida Clara rebatiste los argumentos esgrimidos en contra, centrados
en la supuesta dependencia de las mujeres del clero, su falta de madurez
política y el supuesto carácter conservador de su voto. Victoria Kent era contraria a la obtención del voto
femenino. El debate sobre el mismo fue muy reñido. Tu discurso y la defensa que
hiciste del mismo fue superior.
Para esas fechas de 1931 el movimiento de
mujeres había creado todo un estado de opinión acerca del sufragio universal,
lo que, sin duda, fue de gran ayuda para la conclusión favorable al mismo en el
desarrollo de las votaciones el 1 de octubre de 1931. Por 161 votos a favor y
121 en contra, las mujeres adquirían el derecho al voto.
En sus tres años como diputada,
participaste en la defensa de la ley de Divorcio. Defendiste la consideración
de legítimos de aquellos hijos nacidos fuera del matrimonio, el derecho de las
mujeres a ser admitidas, como testigos, en los matrimonios civiles y el
ejercicio de las carreras derivadas del título de abogado. Fuiste, además, directora
general de Beneficencia.
A pesar de tan brillante carrera
fuiste muy criticada por tus correligionarios y rechazada tu incorporación a
las filas de Izquierda Republicana. Despertabas recelos y envidias entre los
varones. Les costaba trabajo admitir que una mujer fuera tan luchadora y
pudiera conseguir más éxitos que ellos mismos. Te pusieron muchas zancadillas y
te hicieron sufrir. No podían soportar que tú, una mujer, te pusieras a la
altura del varón y que incluso, lo superaras, que tuvieras iniciativas, que tu
dialéctica fuera locuaz, hábil y brillante, que hubieras conquistado un puesto
al que las mujeres hasta entonces no habían tenido acceso y, mucho menos, que
hubieras defendido el voto femenino y hubieras conseguido su implantación.
Pero tú, fuerte y valiente y acostumbrada
a la lucha cotidiana, no hacías caso de semejantes habladurías y continuabas
con tu trabajo cotidiano y con tus reivindicaciones en los ámbitos en los que
comprendías que había desigualdad entre sexos, porque desde muy joven habías
entendido que el hombre y la mujer tienen que ser iguales ante la Ley.
Jamás te dolieron prendas aquellas
luchas que emprendiste desde tu juventud por la democracia y por la igualdad.
En 1935 decidiste publicar Mi pecado mortal, El voto femenino y yo,
testimonio de tus luchas políticas y documento autobiográfico-político de
primera magnitud.
Por motivo de la Guerra Civil Española te exiliaste en 1937. En esta
fecha publicaste La Revolución Española
vista por una Republicana. Viviste tu exilio en Buenos Aires durante una
década. Te ganabas la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo
biografías. En 1940 intentaste regresar a España porque sentías nostalgia de tu
tierra, pero tuviste que desistir de ello porque estabas procesada por
pertenencia a una logia masónica. En 1955 te instalaste en Lausanne (Suiza).
Dedicada a la literatura, continuaste haciendo camino desde la escritura.
Terminaste tu vida en Lausanne el 30 de abril de 1972. Contigo se marchó
aquella persona luchadora a la que todas las mujeres debemos tanto.
Gracias a ti, querida Clara. Por esa
lucha tan valerosa que llevaste a cabo, hoy el voto femenino es una realidad. Tu
vida fue ejemplar en la pugna por las libertades de la mujer. Desde este foro y
con mi humilde carta quiero proclamar a los cuatro vientos que tú has sido una
de las defensoras a ultranza de la igualdad de derechos.
Encarna Gómez Valenzuela.
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