Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de octubre de 2021. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.
LA TRAGEDIA DE LAS MUJERES AFGANAS
A lo largo de la
historia, las mujeres hemos sido marginadas por la sociedad. Quizá por eso las
féminas somos tan luchadoras. En ocasiones, solemos tener más resistencia que
el varón. En el siglo pasado, y en nuestro país, para asistir a las clases universitarias,
algunas tuvieron que disfrazarse de hombres. Varias escritoras debieron firmar
sus libros con el nombre de sus esposos y alguna científica tuvo que renunciar
a sus descubrimientos y dejar que se los arrogara un varón, porque si la
sociedad advertía que procedían de ellas, serían rechazados.
Vamos a ver opiniones a
favor de la mujer:
Según la Biblia, que nos
cuenta la historia del pueblo de Dios de una forma lúdica, metafórica y
sencilla, Eva fue sacada de la costilla de Adán, y Dios le dijo al hombre: Esta
mujer es carne de tu carne y sangre de tu sangre. Por eso dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Este
mensaje, hoy podemos interpretarlo de la siguiente forma:
La mujer fue creada de la
costilla del hombre, no de sus pies para ser pisoteada. Fue sacada del costado
del varón, para ser igual que él. Fue tomada de debajo de su brazo para ser
protegida. Esa costilla estaba muy cerca del corazón masculino, lo que implica
que debe ser amada por él, porque su cuerpo procede del suyo propio.
Veamos la opinión textual
sobre las mujeres de William Golding, 1911, 1993: “Creo que las mujeres están
locas si pretenden ser iguales que los hombres. Son bastante superiores, y
siempre lo han sido. Cualquier cosa que le des a una mujer lo hará mejor. Si le
das esperma, te dará un hijo. Si le das una casa, te dará un hogar. Si le das
alimentos, te dará una comida. Si le das una sonrisa, te dará su corazón.
Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des”.
Una mujer es un ser
humano con la misma valía que el hombre. Si deseamos vivir en una sociedad
igualitaria, empecemos respetando, valorando y midiendo a la mujer y al varón
con la misma vara de medir.
En la lucha por la
igualdad no podemos condenar a todos los hombres, ya que muchos aman a sus
esposas, tienen relaciones igualitarias con ellas y son respetuosos con las
demás mujeres.
Hoy queremos abogar por
las mujeres afganas, esas que lo han perdido todo. Esas que han sido condenadas
a la tristeza de la reclusión, a la oscuridad de una noche sin luceros y sin
luna, a la soledad de un tiempo cruel que no las deja levantar el vuelo, para
sobrevolar esos cielos azulados que son el reflejo de la libertad. Están
esclavizadas al varón, amarradas a los barrotes de su lecho, como si fueran
esclavas sexuales, ahogadas entre velos, oscuras levitas y burkas. La vida no
las deja respirar, ni percibir el aroma de las flores de los parques, ni el
olor del aire fresco de un atardecer meloso. Han sido borradas del mapa de la
vida, para ser enterradas en su hogar y perecer enlazadas al hombre que un día
las sacó de la casa paterna, pasando de una opresión familiar a otra marital
más despótica, salvaje e inhumana, que no les da respiro. No pueden mostrar su
rostro, ni ver con claridad la belleza y la hermosura que nos muestra la madre
naturaleza, solo pueden mirar a través de la celosía de su absurdo burka. Son
pajarillos errantes a quienes han robado los trinos.
La función de la mujer
talibán es trabajar en la casa, cuidar de los hijos y atender al esposo. Su
misión consiste en obedecer, respetar al marido y acatar todos sus mandatos;
llevar el burka y cubrir su cuerpo y su rostro, para que nadie las vea a
excepción de su dueño. La educación, la cultura y el trabajo, fuera de las
cuatro paredes de su vivienda, le están totalmente vetados.
A las mujeres afganas le
han impuesto demasiadas prohibiciones. No pueden salir de casa solas; tienen
que ir acompañadas de un varón: marido, padre o hermano, el mahram. No pueden
ser pacientes de un médico masculino. Tienen prohibido cursar estudios Hay
azotes para las que no lleven el burka. Serán lapidadas públicamente si son
acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. No pueden reír,
cantar, usar cosméticos, practicar deportes, montar en bicicleta ni tener
acceso a los baños públicos. Prohibición de asomarse a los balcones y necesidad
de dar opacidad a sus ventanas. Tienen que viajar en autobuses femeninos. No
podrán ser fotografiadas ni filmadas ni aparecer en revistas o murales. No
pueden tener presencia ni voz en la radio, en la televisión ni en reuniones
públicas. Todas estas imposiciones, además de otras, supondrán para ellas estar
enterradas en vida. En este país, hay separación de sexos en todos los ámbitos.
En Afganistán se está
viviendo un gran drama humano: familiares separados, hijos pequeños lejos de
sus padres, pueblos arrasados y mucha desolación: El horror y la tragedia
hechos realidad, convertidos en vida cotidiana. Algunos
dicen que Afganistán es el hilo que va a desentrañar los sueños de
Occidente, que es el primer paso para instaurar un nuevo orden internacional, y
que lo que está sucediendo allí va a tener implicaciones mundiales. Quiera Dios
y el mundo que esto no suceda. Muchos países han mandado aviones para rescatar
a afganos y personas que han trabajado en el lado opuesto, cuyas vidas
peligraban. Pero otros han dado la espalda al horror. No tenemos que olvidar
que la mayor víctima de todo este atropello es la mujer. El mundo no puede
ignorar esta realidad ni quedarse con los brazos cruzados.
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