Mírame despacio, pueblo mío,
acúname a diario en tu regazo,
déjame delimitar tus horizontes
al ritmo emocional de la docencia.
Serás luz deslumbrante en mis pupilas.
Serás como una estrella que renace
en ese cielo azul de mis anhelos.
Tus dedos de aceituna reverdecen
en un rayo de sol que anuncia el alba.
El frío se desgaja entre mis manos
lo mismo que un racimo de nostalgia.
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