El antiguo monasterio
de san Jerónimo el Real, conocido popularmente como «Los Jerónimos»,
fue uno de los monasterios más importantes
de Madrid, regido originariamente por la Orden de San
Jerónimo. Junto a él existía el llamado Cuarto Real,
luego ampliado como Palacio del
Buen Retiro en tiempos de Felipe IV.
Del convento subsisten
actualmente la iglesia, convertida en parroquia de san Jerónimo, y un claustro renacentista. Este monasterio de san Jerónimo se realizó en estilo gótico tardío con influencias renacentistas.
La iglesia y el
convento estuvieron estrechamente ligados a la vida de la Corte y la monarquía española. El templo fue escenario frecuente de
funerales, juras de herederos, bodas y proclamaciones regias, siendo la última
de éstas la del rey Juan Carlos I.
El claustro fue
trazado por fray Lorenzo de San Nicolás, siguiendo los
cánones de la arquitectura escurialense. Tras años de
abandono durante los siglos xix y xx, que lo habían llevado a un estado
ruinoso, fue incorporado al Museo del Prado como parte de la ampliación diseñada por el
arquitecto Rafael Moneo, para lo cual fue
desmontado pieza a pieza y reconstruido en el mismo lugar.
Historia
Si bien anteriormente Enrique IV de Castilla había ya mandado construir otro
monasterio de jerónimos a orillas del río Manzanares en 1463, y poco
después, en 1470 había dotado a la congregación de prebendas y privilegio para
recaudar impuestos, es algo después, a finales del siglo xv, cuando los Reyes Católicos ordenan la construcción en Madrid de un
monasterio de monjes jerónimos que sirviera de aposento a la Familia Real en
sus estancias en la villa. Este monasterio de san Jerónimo se realizó en
estilo gótico tardío con influencias renacentistas.
Del monasterio existente hablaba
el cardenal Cisneros en 1516 cuando
escribía: «El monasterio de san Jerónimo extramuros de la villa de Madrid, como
está aquí la corte la más del tiempo, siempre se aposentan allí las personas
reales y otros muchos caballeros de la corte».
En 1510 Fernando el Católico reúne
Cortes en el templo y en 1528, en las cortes de Castilla
convocadas en Madrid en el monasterio de san Jerónimo por Carlos I, se declaró allí a Felipe de Habsburgo príncipe de Asturias, y fue jurado como heredero y sucesor
de los reinos de Castilla, una tradición que se mantendrá hasta la de Isabel II, en 1833.
En el siglo xvi, Felipe II amplía el llamado Cuarto Real, unos aposentos destinados
al alojamiento de los monarcas y que sería germen del futuro Palacio del Buen Retiro que crecería junto a San Jerónimo
«el Real». El Cuarto Real estaba junto al lado del Evangelio
del presbiterio, de tal suerte que el
rey podía escuchar misa desde su dormitorio, costumbre que también es patente
en el diseño y distribución del Monasterio de El Escorial.
El monasterio y el palacio anexo
vivieron su época de mayor esplendor durante el reinado de Felipe IV, que hizo del complejo el centro de la vida cortesana. En el templo tuvo
lugar la jura como heredero de los reinos de Castilla del malogrado
príncipe Baltasar Carlos de Austria.
Durante la invasión napoleónica de 1808
(Guerra de la Independencia), el monasterio y el
Palacio del Buen Retiro quedaron gravemente dañados por el ejército invasor.
Como consecuencia de esto y en afán de mantener lo que quedaba Fernando VII convierte el monasterio en cuartel de
artillería. Años después, Francisco de Asís, consorte de Isabel II, ordena a Narciso Pascual y Colomer la restauración
de la iglesia, fruto de la cual son las torres de su cabecera, que flanquean
el ábside. El complejo
palaciego del Buen Retiro corrió peor suerte: sufrió tales daños que se
demolió, a excepción del Casón del Buen Retiro y el Salón de Reinos.
En 1878 se cedió el templo al
arzobispado de Toledo (la diócesis de Madrid-Alcalá no se crearía hasta 1885),
que emprendió nuevas reformas en las que el interior fue completamente
remodelado, eliminándose las tribunas del siglo xvi.
En San Jerónimo se celebró el enlace
matrimonial entre el rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg el 31 de mayo de
1906.
El 27 de noviembre de 1975 el
cardenal Vicente Enrique y Tarancón presidió la misa
votiva del Espíritu Santo, en el comienzo del reinado de Juan Carlos I.
A principios del xxi, y como consecuencia del acuerdo de
cesión del claustro del monasterio al Museo del Prado, la iglesia fue
totalmente restaurada, tanto interior como exteriormente.
En el interior, se cambió la disposición
del altar mayor, reponiendo La última comunión de san Jerónimo,
cuadro de grandes dimensiones obra de Rafael Tejeo, en el ábside, y se colocó en el crucero el retablo
neogótico obra de José Méndez. Se expusieron pinturas cedidas por el Prado,
entre ellas, señeros cuadros de Juan Andrés Ricci (San Benito bendiciendo el pan), Francisco Rizi (Adoración de
los pastores, firmada y fechada en 1668), José Moreno (Huida a Egipto) o Antonio de Pereda. Durante las tareas
de rehabilitación aparecieron pinturas murales del siglo xvi y unos bajorrelieves, muy
dañados, de estilo renacentista, en una de las capillas.3
Claustro de los Jerónimos
A finales del siglo
XX, la iglesia y el vecino claustro contrastaban por su dispar estado de
conservación. La escalinata del templo presentaba un buen aspecto, pero el
edificio acusaba el paso del tiempo y todavía peor era la situación del
claustro: sus muros perimetrales se habían desmoronado parcialmente, dejando al
descubierto las columnas del interior, y la maleza crecía entre las ruinas. Una
situación incomprensible para una de las zonas urbanas de Madrid más ilustres y
más protegidas por la legislación.
Claustro de los Jerónimos, en la ampliación del Museo del Prado.
Al barajarse la
necesaria ampliación del vecino Museo del Prado, el Ministerio de Cultura desechó varias
opciones y eligió como la más factible y menos traumática prolongar los
espacios de la pinacoteca hacia los Jerónimos. Se recuperaba el solar del
claustro, que quedaba conectado con la sede principal del museo de forma
subterránea. Con esta intervención, el edificio principal del Prado (erigido en
el siglo xviii por Juan de Villanueva) no sufría la más mínima alteración y
la ampliación hacia los Jerónimos permitía cubrir el desnivel entre el paseo del Prado y la calle de
Ruiz de Alarcón.
El Ministerio de
Cultura y el arzobispado de Madrid llegaron a un acuerdo, por el que el claustro
(propiedad de este) pasaba a manos del Prado, a cambio de la construcción de
una casa cural anexa (diseñada por otro arquitecto) y la restauración integral
del templo.
Para la recuperación
del claustro, se desmontaron una a una las piedras de sus dos pisos de
galerías. Estos bloques fueron numerados y trasladados para su limpieza a las
afueras de la ciudad. Paralelamente, el solar del claustro fue excavado y
vaciado, quedando conectado subterráneamente con el nuevo atrio o recibidor
pensado por Rafael Moneo a espaldas del
edificio principal del Prado.
Culminada la obra, el
claustro mantiene su patio interior, con sus arcos y columnas originales, y
recupera su volumen exterior en forma de cubo, a lo que debe su nombre popular.
Se utilizó ladrillo rojo para las fachadas, a fin de que entonaran mejor con
los edificios circundantes. Interiormente, el elemento más novedoso es un
lucernario que atraviesa el edificio, desde el claustro hasta las plantas
subterráneas dedicadas a exposiciones. Han merecido también elogios las puertas
de bronce de Cristina Iglesias, que conectan el
edificio del claustro con la calle de Ruiz de Alarcón. WIKIPEDIA
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