ese temblor oculto que te hiere,
que acerca los suspiros a tu pecho,
te invita al estertor de una caricia
que levita, adormecida,
en el lánguido cristal
de nuestros labios.
Ese verdor perenne de la niebla,
repleto de cristales somnolientos,
y el tibio sol que ahora nos calienta,
que dora el despertar de tus recuerdos,
desnudos, en el brillo de tu boca,
te ofrecen el sedal de sus espumas
y apagan el dolor de mis quebrantos.
Desdenes que se ciernen de repente
sobre los corazones malheridos
y borran sus estelas luminosas.
Despierte ya la luz dormida al beso
que en sus jugosos labios trae el día
y, como la primavera en flor de una crisálida,
entregue sin temor sus claridades
al alba, que se anilla suavemente,
en el contorno azul de esas montañas.
Amar, vivir, alzarse hasta otro cuerpo,
dejarse el corazón en otras manos
es como sentir en las entrañas
el cálido arrebol, la dulce brisa
de una tarde vestida de esperanza
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