La lluvia salta al caer sobre la tierra
y deja escapar su aliento y su risa zalamera.
Llueve sobre los campos sedientos,
llueve sobe mi pecho desnudo y seco,
por tantos días de sequía pertinaz.
El agua forma canales y surcos y se derrama
sedosa y versátil sobre la piel de mi cuerpo.
Forma charcos y lagunas y sutiles manantiales,
limpias riadas de plata y arroyos embravecidos.
Y las plantas satisfechas y felices,
con su vientre humedecido y generoso,
entonan dulces canciones, que suenan entre la niebla
y alimentan los amores somnolientos.
Huele a humedad en los jardines del tiempo.
a semillas fecundadas, silenciosas,
al coito entre cielo y tierra.
La lluvia es una canción al día.
un rosario de sonetos a la vida.
La lluvia cae vertiginosa, con suspiros
y lisonjas. Se detiene en los tejados, bota
y juega al colache y a la comba.
Vibra con las canciones del viento.
para empañar los espejos de los mares y los ríos.
La lluvia es un poema de amor, de sutileza
que desata las pasiones, los deseos
y acrecienta las ansias de posesión,
en el cuerpo del amado, en la piel de las estrellas.
Y enaltece las miradas de quienes aman la vida.
La lluvia es el sonido alegre,
de las trompetas del aire,
de los trombones del cielo.
La lluvia se enreda en mi corazón
con jubilosos espasmos de locura y alegría
y va anegando mi alma con sus cantarinas aguas.
Con furia, rebota en el asfalto de las urbes,
anunciando su coraje y el desgarro de las nubes.
Gracias a Dios por la lluvia, por esa agua preciosa
que regala pan y leche, miel y óleo dorado,
y amamanta las semillas de esta tierra
para que coman los pobres.
En CasaRosada, a 22 de noviembre de 2021
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