Es una novela histórica romántica que sucede en una localidad de Sierra Mágina, Pegalajar (Jaén). Es la historia de un gran amor durante la Guerra Civil Española. Un amor al que pusieron muchos obstáculos, pero por la insistencia y tenacidad de los amantes, logró triunfar. La historia comienza en la primavera de 1936, cuando ganó las elecciones el Frente Popular, y acaba el 18 de julio de 1939. Sucede en el transcurso de tres largos años de penalidades, pero también de ilusiones, de deseos, de superación y de amores. Además, se cuenta el cerco que hubo en Madrid durante la contienda, vivido y sufrido por uno de los protagonistas que pasó la guerra, destinado en el cuartel de Carabanchel, donde padeció muchas calamidades, incrementadas por su estancia en un campo de concentración, y por la huida hasta su lugar de origen. Tiene 735 páginas y ha recibido muy buenas críticas.
Esta novela me llevó a practicar complejos estudios de investigación sobre la Guerra Civil Española, y a tardar en escribirla 5 años. Aunque no aparece en la novela ningún personaje real como protagonista, estos solo se mencionan de pasada, los hechos que se citan son reales y los protagonistas, ficticios, aunque basados en personajes que vivieron aquel tiempo difícil.
TIEMPO DE VIVIR, ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
UN FRAGMENTO DE LA NOVELA
Elena sintió su sangre reverdecer en una luminosa primavera que germinaba en sus entrañas y recorría todo su cuerpo. Amador notó encenderse su sexo con una oleada de vida y deseo que anhelaba traspasar todas las barreras que el destino había forjado entre ellos. Pasados aquellos instantes, la muchacha gimió intentando liberarse de los brazos que la atraían hacia aquel cuerpo varonil que pertenecía a otra mujer y no le estaba permitido disfrutar. Él opuso resistencia. No cedió lo más mínimo en semejante pugna. Las fuerzas de Elena se agotaron. Amador notó su laxitud y aflojó la presión. Entre cálidos sollozos, ella recuperó el impulso.
—¡No hemos debido besarnos de este modo! Tú estás
comprometido con Clara. Pronto vais a ser padres —musitó sollozando.
—¡No he podido evitarlo! ¡Me muero por ti!
—¡Calla, calla! —susurró ella, poniéndole su mano en la
boca.
Él se la apretó entre las suyas y, sin dejar de besar sus largos dedos, la retuvo. Elena se estremeció. Con suavidad rescató la mano de aquella riada de tiernos besos. Ambos entraron en el salón azorados. El rubor de las mejillas de la joven y la emoción que brillaba en sus pupilas la delataron ante la madre. Al percatarse de su presencia y comprobar que Amador venía tras ella le lanzó una mirada turbia. Su mente que, antes había deambulado por los trágicos valles de la demencia, semejó recobrar la cordura, por unos instantes, para descubrir lo que había sucedido en la penumbra del salón.
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