LA
FURIA DEL VIENTO. Madrid 2022
La furia del viento es la historia de una joven que empieza una vida con su pareja en París. Ambos son periodistas y trabajan para una agencia española. La muchacha pretende integrarse en aquel lugar. Lo consigue a medias mientras él está vivo. Cuando este fallece, su vida hace aguas por doquier. A partir de entonces, lo deja todo y se encierra en sí misma como un recurso de autodestrucción personal. En su aislamiento, evoca hechos del pasado y advierte que esos recuerdos, poco a poco, la van rescatando del infierno en el que ha caído al verse separada de su amado y sola en una ciudad extraña.
Rememora a su familia y a las amigas de la infancia, las cuales, como la protagonista, se vieron obligadas a separarse y a dejar el pueblo para iniciar una nueva vida en otro lugar. Recuerda la escuela de su niñez y cuenta los episodios que vivió en una época difícil de miserias y carencias en todos los sentidos: la posguerra española y el tardío franquismo.
En la novela hay dos historias paralelas, una la que la protagonista vive en París y otra la que sucedió en el pasado. Ambas van fluyendo a lo largo de toda la narración y al final convergen en el presente. Allí confluyen todos los amigos y amigas de la infancia. Entonces se desvelan todos los secretos y misterios que les ocultó la vida en el pueblo y en aquel lejano período.
LA FURIA DEL VIENTO de la autora ENCARNA GÓMEZ VALENZUELA
En esa época la vida nos sonreía. Sin embargo, pasados los primeros años de amor y pasión, comenzaron los problemas.
Un día observé que Marcos coqueteaba con una periodista de nuestro grupo. No quise darle importancia, pero transcurrido algún tiempo, no pude soportar más aquellos flirteos que estaban vejando nuestra relación de pareja y conversé abiertamente con mi compañero. Le dije que eligiera entre ella o yo y que mi decisión era un ultimátum. Él respondió que solo me quería a mí y que su relación con aquella joven era solo un juego para dar alicientes a la vida. Si yo estaba molesta, él lo dejaría desde ese mismo instante. Su postura me pareció sensata y coherente, cierta y esperanzadora. Acepté su propuesta. Mi necesidad de continuar a su lado me lo exigía. Hicimos las paces, como dos escolares que reconocen que no pueden prescindir de la amistad que han ido edificando durante muchos años. Esa noche vivimos el amor con tono multicolor y flores exóticas. Practicamos el sexo como hacía bastante tiempo que no lo habíamos hecho. Fuimos un volcán en erupción que vierte su lava por la ladera que le da pie, en cuya cresta ha abierto su ingente bocaza para expulsar sus excedentes. Experimentamos sensaciones aplazadas y deseos insatisfechos, muchos días postergados por la distancia practicada entre ambos. Vivimos la pasión con todas las ansias de amar que una pareja joven puede sentir. Fuimos realidad y presencia, fogosidad y codicia. A partir de ese día, cuando hacíamos el amor, yo me sentía como un copo de algodón danzando en un espacio infinito, sin barreras y sin cotas, y trasladada a esos ámbitos en brazos de la pasión. Parecía una nube caprichosa sostenida por las manos de la felicidad.
sexo como hacía bastante tiempo que no lo
habíamos hecho. Fuimos un volcán en erupción que vierte su lava por la ladera
que le da pie, en cuya cresta ha abierto su ingente bocaza para expulsar sus
excedentes. Experimentamos sensaciones aplazadas y deseos insatisfechos, muchos
días postergados por la distancia practicada entre ambos. Vivimos la pasión con
todas las ansias de amar que una pareja joven puede sentir. Fuimos realidad y
presencia, fogosidad y codicia. A partir de ese día, cuando hacíamos el amor, yo me sentía como un
copo de algodón danzando en un espacio infinito, sin barreras y sin cotas, y
trasladada a esos ámbitos en brazos de la pasión. Parecía una nube caprichosa
sostenida por las manos de la felicidad.
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