Esta Navidad
que suavemente llega
y me roza la piel
con sutil aliento de querubín,
trae en su regazo
adustas bocanadas de cierzo
y siderales heladas de ocaso
que, lentamente, se clavan
en mis entrañas
como una insidiosa espina.
Esta Navidad
que trae un niño en los brazos,
rollizo y encarnado
igual que una amapola,
viene a desdibujar mis versos
en este mundo baldío
ausente de humanidad.
Esta Navidad
que fustiga mis vísceras
con violentos aletazos
de gaviota herida, desea
espejear luces de plácida aurora,
mas el túrbido vendaval
de violencias y atropellos
que sufre nuestro planeta,
la obliga a deslustrar su fulgor
en los sombríos arrecifes del viento.
Entonces, desconsolada, vierte
en el mar gruesos lagrimones
de cielo apesadumbrado.
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