Bajo un cielo nacarado,
emerges altivo y regio,
rodeado de montañas,
de pinares y de huertas,
donde los agricultores,
de este pueblo maginense,
arrancaron a la tierra
los frutos de la esperanza,
las hortalizas del hambre,
y se dejaron la piel
en esas tierras fructíferas,
alimentadas del agua
de la Fuente de la Reja,
del sol, de las caricias del cielo
y del beso productivo y grácil
de todos los temporales.
El aire que te da aliento
es un encaje de calma,
bordado de blancas brumas.
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