Hoy despedimos a septiembre.
Este mes que trae el otoño, amarrado a su cintura,
plegado a su epidermis de uvas de moscatel,
está lleno de bondades, de sutilezas celestes,
de manzanas y de membrillos maduros,
de hortalizas arrancadas de las huertas de templanza,
de higos tiernos y de sonrisas amargas,
del mosto dulce de los lagares del alma,
del vino añejo de los labios del amor.
Instalaremos mañana en el calendario
al mes de octubre, de siembras y de quehaceres,
en los campos de esta tierra de añoranzas.
Lo retaremos a que nos traiga la lluvia
y las nubes de algodón, a nuestro cielo,
llenas de lágrimas transparentes y esponjosas,
repletas de caracolas y perlas blancas,
para que den luz y vida a nuestro tiempo otoñal.
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