Acerca de mí...

Mi foto
Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

lunes, 13 de septiembre de 2021

TODOS NAVEGAMOS EN EL MISMO BARCO


 Este es el artículo de mi autoría publicado en el periódico IDEAL SIERRA MÁGINA, para el mes de septiembre de 2021. Abajo lo cuelgo en letra grande para que podáis leerlo.

Después de acabar el estado de alarma sobre la pandemia del COVID-19, y de ser opcional llevar mascarilla en los espacios abiertos, cuando no hubiera aglomeraciones, en España han continuado los contagios. ¿Qué está pasando? ¿Es que no hemos hecho bien los deberes? Algo de eso hay, porque a pesar de que ya mucha gente está vacunada, otros se están contagiando. Ahora, con una realidad muy distinta a las anteriores, con una excepcionalidad alarmante: es la gente joven la que más se contagia, la que creía que eso era cosa de ancianos.

Anteriormente, se contagiaron los mayores, pero la situación atroz está demostrando que, en el planeta Tierra, todos somos vulnerables a este virus, y que la inmunidad solo podremos conseguirla mediante la vacuna y, además, habremos de seguir guardando las normas establecidas para no contagiarnos y evitar que la pandemia continúe haciendo estragos.

Queridos jóvenes, aquí todos navegamos en el mismo barco y, si los mares por los que llevamos el rumbo están en calma, tendremos paz y sosiego, pero si son tempestuosos, habrá que remar todos a la vez y en la misma dirección: gente joven, de edad media y mayores, ayudándonos unos a otros para evitar el naufragio. Así podremos salvar las situaciones difíciles de nuestro navío. Si no se hace de este modo, nos iremos todos a pique y sucumbiremos en la desoladora tempestad de la pandemia, como sucedió con el Titanic que se hundió en las aguas del océano.   

En todas las comunidades, la incidencia de la pandemia sigue y los gobiernos autonómicos están preocupados por no poderla contener. El gobierno andaluz ha tomado medidas con las que detener su extensión. En algunos lugares, se están descubriendo casos de contagios, en residencias, en campamentos, en colegios y en otros espacios donde se agrupan las gentes, jóvenes o mayores, y algunos, aunque estén vacunados, se contagian. 

Estamos viendo que la única solución a este problema es que todos estemos vacunados y, a pesar de ello, es fácil que no logremos erradicar el virus de nuestro entorno. Afortunadamente, ya hay un buen porcentaje de personal vacunado. Ahora les está tocando vacunarse a los adolescentes.

Hemos comprobado que todas las vacunas contra la COVID son válidas y nos están inmunizando y dándonos alientos de vida. Si se pensó al principio que la AstraZeneca era la peor de ellas, pronto comprendimos que eso solo era un bulo, e ignoramos quién lo propagó. Hay quienes dicen que fueron las farmacéuticas, que lo difundieron con intereses económicos, pero no ha podido demostrarse nada. Con el transcurso del tiempo, descubrimos que todas las vacunas tienen un margen de riesgo, igual que los medicamentos que ingerimos, y que no debemos desdeñar ninguna, porque todas salvan vidas y nos protegen del rigor del virus.

Muchas personas salen a la calle con mascarilla, incluidos algunos jóvenes, aunque ya no sea obligatorio llevarla en los espacios abiertos donde no haya aglomeraciones y las distancias puedan guardarse, pero una vez que llegan a los bares y a las terrazas de verano, empiezan a beber, y claro, la mascarilla estorba; pues se coloca en el brazo, y aquí no hay problemas. Se olvidan de ponérsela de nuevo, y siguen bebiendo y conversando alegremente, acercándose unos a otros y compartiendo vasos, cigarros, risas, diversión y cercanía. Se olvidan de que el maldito virus continua entre nosotros y nos está acechando siempre.

Ya se ha instaurado la quinta ola del coronavirus con los jóvenes como protagonistas. Los hospitales y las UCIs no están colapsados, pero los sanitarios sí están cansados de tanto contagio. Además, los enfermos que padecen otras patologías diferentes, tienen que permanecer relegados por la urgencia de atender a los enfermos de COVID. Y muchos mayores, aunque estén vacunados, se están contagiando, pero no por dejar de practicar las medidas restrictivas impuestas para la pandemia, sino por haber sido contagiados por la gente más joven, sus nietos, sobrinos u otros familiares.   

Además de la pandemia, ahora tenemos otro problema en nuestro país: El Tribunal Constitucional ha declarado la nulidad de algunas medidas previstas en el decreto del estado de alarma promulgado por el Gobierno en marzo de 2020, en pleno estallido de la pandemia. Esta resolución es una grave contrariedad para el Ejecutivo, que promovió el decreto. Afecta también al Legislativo, que lo ratificó. El fallo debe ser respetado y acatado. Lo que no impide que se pueda especular sobre este y sobre el contexto que lo rodea, porque tiene aspectos confusos.

Se dice que las medidas de confinamiento previstas en el decreto supusieron una limitación de derechos fundamentales, admisible en el estado de alarma, o una suspensión, posible solo bajo los de excepción y de sitio. Y aquí preguntamos: ¿Qué más da estado de alarma que de excepción? Todo se hizo para evitar los contagios y salvar vidas. ¿Por qué meterse en tantas polémicas, si el auténtico problema aún no lo hemos solventado? Otro elemento fundamental es la interpretación de la ley orgánica que por mandato constitucional regula la materia. Esta prevé, sintetizando, que el presupuesto para el estado de excepción es un desafío al orden público, mientras que para los retos sanitarios se prevé expresamente el estado de alarma. En estas cuestiones, el Constitucional se decanta por considerar que hubo suspensión, e interpreta que la gravedad de la pandemia supuso un desafío de orden público, concepto habitualmente más bien vinculado a crisis políticas. Aclara que debió recurrirse al estado de excepción. Estos argumentos encuentran fuerte oposición por parte de eminentes juristas, que ni creen que hubo suspensión, ni que había amenaza de orden público y que, con razonables reflexiones, rechazan esa interpretación. Veremos en qué queda esta polémica. Mientras tanto, seamos prudentes y sigamos cumpliendo las normas impuestas.

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario