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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

viernes, 1 de octubre de 2021

90 ANIVERSARIO DE LA OBTENCIÓN DEL VOTO FEMENINO EN ESPAÑA. HOMENAJE A CLARA CAMPOAMOR

 


Hoy, 1 de octubre de 1931, se conmemora el 90 aniversario de la obtención del voto femenino. Clara Campoamor fue una mujer valiente que promovió este voto, lo defendió a ultranza en las cortes, y consiguió que se aprobara por un estrecho margen. Victoria Kent y ella eran las dos únicas mujeres que había en las cortes en este tiempo de la II Republica Española. Sin embargo, Victoria votó en contra, a pesar de ser mujer. Hoy quiero rendir un homenaje a Clara Campoamor en nombre de todas las mujeres y varones progresistas de este país y dar las gracias a esta prestigiosa dama que tanto luchó por los derechos femeninos. 

CARTA  A CLARA CAMPOAMOR

            Querida Clara:

          Con esta carta quiero agradecerte, a título póstumo todo lo que has hecho por el género femenino. Resulta indiscutible la gran importancia que tuviste para nuestra democracia y para los avances en el tema de igualdad entre hombres y mujeres. Conseguiste el sufragio universal que legitima la igualdad de los dos sexos ante la ley, lograda en 1931 en los albores de la II República.

   

Naciste en Madrid en el barrio de Maravillas en 1888 y en el seno de una familia humilde. Siendo una niña perdiste a tu padre y te viste obligada a dejar los estudios para ponerte a trabajar. A pesar de tu juventud, afrontaste el trabajo con gran responsabilidad, pensando que habrían de llegar tiempos mejores en los que pudieras reanudar tus estudios. Te viste obligada a ejercer múltiples profesiones: fuiste modista, dependienta, profesora de taquigrafía y mecanografía y secretaria del periódico, La Tribuna. Todas estas actividades fueron experiencias muy positivas que te habrían de ser muy útiles en tu vida. Conociste a la gente de tu tiempo con sus necesidades y sus carencias. Supiste de las desigualdades entre hombres y mujeres. Estas inquietudes hicieron mella en tu alma y años más tarde emergerían para dar luz a tus conquistas en el terreno de la igualdad.

  Tu inclinación hacia el conocimiento siguió subyaciendo en tu interior. Cuando las condiciones económicas de tu familia lo permitieron continuaste los estudios, porque sabías que la cultura y el saber te harían libre y podrías ser muy útil a la sociedad. Terminaste el bachillerato con gran ilusión. Posteriormente, ingresaste en la facultad de Derecho. En 1924 acabaste tus estudios de abogacía. Enseguida comenzaste tu actividad jurídica. Contabas entonces con 36 años. Te hiciste una abogada ilustre, aunque el personal masculino te miraba con cierto recelo porque en aquella época apenas había mujeres ejerciendo semejante profesión.

            Además de tu actividad profesional y reivindicativa y de tu enorme inquietud política, te preocupaba la situación jurídica de la mujer española. Anhelabas alcanzar ante la ley la total equiparación de sexos sin que ninguno gozase de un trato preferencial sobre el otro. Desde 1925 combinaste tu tarea profesional en la Academia de Jurisprudencia con tu participación en actos, conferencias y discursos dirigidos a las mujeres. En 1929 te incorporaste a la carrera política. Tras la caída de Miguel Primo de Rivera, ingresaste en las filas del partido Radical de Alejandro Lerroux. En 1931 formaste parte de la candidatura republicana-socialista para las Cortes Constituyentes de la II República. Conseguiste salir elegida diputada por Madrid junto con Victoria Kent. Estos fueron los únicos escaños ocupados por mujeres. Ambas habíais estado vinculadas al movimiento sufragista

            Mucho antes de realizar la defensa a favor del sufragio en el parlamento comenzaste la batalla dialéctica por el derecho al voto de las mujeres en la calle y en los lugares que frecuentabas. Acostumbrada a la lucha política, elocuente y con convicciones claras y firmes, entre tus intervenciones destacó la referida a la defensa de la concesión del sufragio femenino sin ningún tipo de limitaciones. En una hábil argumentación ante la cámara, querida Clara rebatiste  los argumentos esgrimidos en contra, centrados en la supuesta dependencia de las mujeres del clero, su falta de madurez política y el supuesto carácter conservador de su voto. Victoria Kent era contraria a la obtención del voto femenino. El debate sobre el mismo fue muy reñido. Tu discurso y la defensa que hiciste del mismo fue superior.

Para esas fechas de 1931 el movimiento de mujeres había creado todo un estado de opinión acerca del sufragio universal, lo que, sin duda, fue de gran ayuda para la conclusión favorable al mismo en el desarrollo de las votaciones el 1 de octubre de 1931. Por 161 votos a favor y 121 en contra, las mujeres adquirían el derecho al voto.

            En sus tres años como diputada, participaste en la defensa de la ley de Divorcio. Defendiste la consideración de legítimos de aquellos hijos nacidos fuera del matrimonio, el derecho de las mujeres a ser admitidas, como testigos, en los matrimonios civiles y el ejercicio de las carreras derivadas del título de abogado. Fuiste, además, directora general de Beneficencia.

            A pesar de tan brillante carrera fuiste muy criticada por tus correligionarios y rechazada tu incorporación a las filas de Izquierda Republicana. Despertabas recelos y envidias entre los varones. Les costaba trabajo admitir que una mujer fuera tan luchadora y pudiera conseguir más éxitos que ellos mismos. Te pusieron muchas zancadillas y te hicieron sufrir. No podían soportar que tú, una mujer, te pusieras a la altura del varón y que incluso, lo superaras, que tuvieras iniciativas, que tu dialéctica fuera locuaz, hábil y brillante, que hubieras conquistado un puesto al que las mujeres hasta entonces no habían tenido acceso y, mucho menos, que hubieras defendido el voto femenino y hubieras conseguido su implantación.

            Pero tú, fuerte y valiente y acostumbrada a la lucha cotidiana, no hacías caso de semejantes habladurías y continuabas con tu trabajo cotidiano y con tus reivindicaciones en los ámbitos en los que comprendías que había desigualdad entre sexos, porque desde muy joven habías entendido que el hombre y la mujer tienen que ser iguales ante la Ley. Jamás te dolieron prendas aquellas luchas que emprendiste desde tu juventud por la democracia y por la igualdad.

En 1935 decidiste publicar Mi pecado mortal, El voto femenino y yo, testimonio de tus luchas políticas y documento autobiográfico-político de primera magnitud.

        Por motivo de la Guerra Civil Española te exiliaste en 1937. En esta fecha publicaste La Revolución Española vista por una Republicana. Viviste tu exilio en Buenos Aires durante una década. Te ganabas la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías. En 1940 intentaste regresar a España porque sentías nostalgia de tu tierra, pero tuviste que desistir de ello porque estabas procesada por pertenencia a una logia masónica. En 1955 te instalaste en Lausanne   (Suiza). Dedicada a la literatura, continuaste haciendo camino desde la escritura. Terminaste tu vida en Lausanne el 30 de abril de 1972. Contigo se marchó aquella persona luchadora a la que todas las mujeres debemos tanto.

            Gracias a ti, querida Clara. Por esa lucha tan valerosa que llevaste a cabo, hoy el voto femenino es una realidad. Tu vida fue ejemplar en la pugna por las libertades de la mujer. Desde este foro y con mi humilde carta quiero proclamar a los cuatro vientos que tú has sido una de las defensoras a ultranza de la igualdad de derechos.                                           

Encarna Gómez Valenzuela.

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