Tiempla el amor sus arrullos
en el tímido y frágil tañido
de una doliente campana
que, serena y dulcemente,
bajo la luz del crepúsculo,
llama a la nocturna plegaria.
Y con su chispa candente,
con su luz angelical,
satinada en los espejos del alba,
el amor lustra sus brillos
y entona gloriosos cánticos.
El amor deshoja sus margaritas
en los parques de mi pecho
y viste lirios de seda
cuando tú me das un beso
bajo la luz de la luna,
en los sublimes jardines
de la pasión y el deseo.
El amor se reviste de dulzura
y va entonando requiebros
más allá de la hermosa fontana,
magnánima y complaciente,
que calmaba tu insaciable sed
de clandestinos anhelos.
A la orilla del deseo insatisfecho,
el amor iba cabalgando impúber,
con brioso galopar
de corceles desbridados
en una plácida noche de alabastros
y cristales áureos y complacientes.
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