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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

martes, 11 de enero de 2022

OLVIDO

 


Olvidaste el amor sobre mi pecho desnudo

en ese ir y venir de macilentos ocasos.

Mi corazón, herido de dolor,

negó los besos al alba y las caricias al sol

y un rugiente destello de furor,

como un vendaval de espasmos,

nubló el tafetán de mis pupilas.

 

Soledad y desamparo en las alcobas

mortecinas y dolientes de la noche,

es lo que, a diario, viví desde entonces,

para acunar la melancolía

en el fondo visceral y amargo

de todos los espejos quebrados de mi cuerpo.

 

Te fuiste lejos de mí, como un huracán de furia.

Te alejaste de mí, sediento de otras lagunas, de otros lagos,

de otros mares, cuyas aguas amorosas te mecieron,

con un sutil oleaje de pasión y de espumas blancas,

al son de la amanecida.

 

Vomitaste contra mí luz marchita y desamor

en el puñal de los vientos.

Las flores, mustias, en mi corazón

 —caracolas moribundas y esperpénticas

en los mares de la ausencia y

en el olvido de los rincones—

bruñeron sus pétalos con languidez

y abrieron sus corolas de tristeza,

salpicadas de tintes sombríos,

para apagar la fogata de tu enojo

con las diamantinas lágrimas,

como gotas de rocío, que brotaron de su cáliz,

desbordando los valles de mis mejillas.

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