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Pegalajar, Jaén, Spain
Gracias por venir a recorrer estos senderos literarios que han brotado de una fontana silenciosa, sedienta de emoción y de calma. Gracias por leer estos poemas, por beber su aliento, por respirar su aroma, por destilar su esencia, por libar su néctar. Sabed que han brotado de un corazón anhelante que sueña con ser luz y ternura, primavera y sueño, calidez y verso. Mientras lo consigo sigo escribiendo, soñando, amando, enseñando, viviendo y cantando a la vida y al amor, al mar y a la tierra, a la tristeza y al llanto, al suspiro de la brisa y al deseo de los espejos, a la melancolía y a la nostalgia. La vida es como un poema que, en unas ocasiones, nos abre las puertas de paraísos ignotos, de hermosas praderas cuajadas de florecillas silvestres, de exóticos jardines, de luminosas estancias donde germinan los sueños y donde se gesta el amor, pero en otras nos aboca al temblor de los fracasos, al dolor de las heridas, al vacío de las ausencias, al llanto de las tormentas, al furor de las ventiscas, al horror de las contiendas y a la tupida oscuridad de una noche sin luceros. Espero que seas feliz mientras bebes agua de los manantiales de la poesía, de las fontanas del verso.

viernes, 7 de enero de 2022

ERA LA TARDE UNA ROSA

 


Era la tarde una rosa vestida de primavera,

era el aire una gardenia que crecía

en el jardín de los sueños.

Eran tus labios dos fresas que lastimaban mi pecho

con su dulzor y su aliento, con su sonrisa y su magia.

Eran tus manos palomas que volaban presurosas

por esos cielos de calma, azulados como el verso,

para traerme tu amor a los pliegues de mi cuerpo.

 

Y tu alma era un lucero que iluminaba mi vida,

desde la aurora, al ocaso.

Era tu talle palmera cimbreando a contraluz

en las pestañas del tiempo de nuestros deseos.

Y tus ojos, dos espejos, cristales fosforescentes

que me acercaban la imagen

del jardín de las delicias.

Tus mejillas, luminosos arreboles

en una tarde de estío.

Tu corazón, un jacinto que se mecía en el viento

al compás de algún poema.

Y tu cabello un trigal, rebosante de amapolas,

y de doradas espigas, con su oro y con su plata,

que discrepaba, en silencio, con el brillo de tu barba,

y danzaba presuroso con un de poema de amor

por los senderos del alba.







 

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