El mundo camina errante,
por las veredas del tiempo.
Está en lo alto del cielo, danzando
al ritmo ancestral de las olas del ocaso.
Pide compasión al sol, a la luna, a las estrellas
a los luceros y al resto de los planetas.
A los humanos, nos lanza quejas y lastimosas miradas.
El universo se abrió un día lejano en el tiempo,
para dar paso a la vida, para acunar la esperanza,
siempre abierta a nuevos amaneceres,
a una vida respetuosa, con todo lo que nos rodea,
la cual, los seres humanos, insensibles al desastre,
nos empeñamos en destruir y damos al traste con ella,
sin advertir ni pensar que la Tierra es nuestra casa.
La contaminación progresa, a pasos agigantados,
mientras, la Tierra se agita pidiéndonos compasión.
El aire se llena de humos y enmudece su latido.
El CO2 se entremete por las rendijas de la garganta.
Los mares lloran aluviones de basura, de impiedad,
mientras los peces se enredan en plásticos y en botellas.
Los bosques milenarios,
los pulmones de la Tierra, se talan y se destruyen.
La ganadería invasiva no deja de lanzar miserias
a los ríos, a los arroyos, a los mares y al corazón
del planeta.
Todo lo intensivo es perjudicial y destruye lo
expansivo.
La Tierra llora la herida que le hacemos los humanos.
El aire gime el llanto agrio de tanta calefacción
alta,
de tanto tubo de escape, de tan hosca polución,
Destruimos el planeta, buscando comodidad.
En invierno, ponemos temperaturas de estío,
para estar bien a gustito, sentados en nuestro sillón.
Y en verano, los aires bien elevados,
para no pasar calor. Algunos, incluso,
han de ponerse rebeca, para combatir
la frescura del salón por el aire artificial.
Llora la Tierra por la contaminación lumínica,
Llora la ausencia de las lluvias, la sequía del
olivar.
Claro efecto de calentamiento global que sufre nuestro
planeta.
Los Polos se descongelan, y los mares elevan su
inundación.
Los glaciares y los océanos helados se derriten y se funden.
La Tierra llora el deterioro sufrido por parte de los
humanos,
por no respetar las flores, ni los mares, ni los
vientos,
por la avaricia de tanta comodidad, de poseer lo
mejor,
por no conservar el mundo para los que vienen detrás.
¿Verán las nuevas generaciones la belleza de la
Tierra?
¿Podrán vivir en el mundo sin carencias ni miserias?
¿Cómo será el firmamento cuando la Tierra sucumba,
herida por esa llaga profunda que es la contaminación?
En CasaRosada a 13 de enero de 2022
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