De la inusitada melodía del viento,
acariciando las nubes,
brotó el susurro del agua,
la plácida y sutil llovizna,
que alimentó los arroyos y los ríos,
que recorren los senderos de mi alma,
las veredas del espíritu,
esquirlas de luna y sol.
Leve su caricia en la orilla
de los ríos de esta tierra.
Los álamos se hacen herida
y tiemblan como luceros
sorprendidos, allá en la lejanía.
Estupor en los violines del cielo,
recóndita música de cítaras.
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