El esplendor del agua
hace renacer la esperanza
en todos los seres vivos.
Es melodía y flor, es dulzura angelical
que nos regala la vida.
Su uso responsable y racional
es aprendizaje y designio divino,
sosiego de llanto y verso.
El agua es una lágrima divina que brota
en el corazón de todos los manantiales.
El agua es un don celestial,
tan liviano y frágil,
que tenemos que cuidarlo
con las manos del amor.
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