Lagos de pinos y matorrales
que, portentosos, derraman
agreste verdor de heridas
me despejan las veredas del
sueño
en mi empinado sendero
hacia la pétrea cornisa esquiva
que corona la montaña.
Salvajes fragancias
en las cúpulas del viento
van rizando los aromas
que derrama la ladera.
Veredas, que abren caminos al día,
y muestran bellos parajes,
que elevan mis horizontes.
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