en la cálida arboleda del verano,
embriagada de soles y templanzas,
las livianas cadencias de la brisa
que
brotaron lentamente de tu aliento
como un aluvión de calma,
alumbraron
un inmenso mar de espuma
para cimentar un pueblo, hermoso y blanco
como piel de armiño que surgió de la marea
de tu amor con una meta: Venerar tu dulce imagen.
en estas tierras serranas.
corales, madreperlas se tornaron
para que tus finos dedos impregnaran
en ellas el aroma de tu cuerpo.
Contigo el sol pactó la aurora,
la plenitud
y el ocaso
y erradicó las tinieblas de la noche,
bordando un cielo cuajado
de luceros y de estrellas.
Y la luna esculpió su forma esférica
forjando en menguantes una cuna
y labrando en crecientes un remanso
para mecer la nostalgia de tu querido Jesús,
de tus
recuerdos de madre.
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